La deshidratación

Se muestra el panorama al complejo problema en los adultos mayores de la deshidratación, con sus posibles causas, consecuencias y dificultades que le permitirá al cuidador tener un cuidado más preciso sobre el consumo de líquidos por parte del anciano. La deshidratación

Los adultos mayores son más susceptibles de tener problemas asociados con los líquidos y la concentración de electrolitos cuando se los compara con otros grupos de población.

Esta situación los predispone con mayor frecuencia a un desbalance del agua y sodio. Las personas mayores tienen un menor contenido de agua corporal como resultado de su composición corporal y se caracteriza por una disminución de la masa magra, que son los músculos y un aumento de grasa corporal.

Aunque la hidratación de la masa magra  no es influenciada en sí por la edad, la tendencia a una pérdida de masa muscular con la edad se asocia a un menor contenido de agua en el organismo, que aumenta la susceptibilidad a la deshidratación, especialmente cuando se produce un aumento de la temperatura corporal.

Por el deterioro natural que presentan los adultos mayores, no pueden regular de manera eficiente los niveles de líquidos y electrolitos en su organismo y esto, generalmente va unido a lo que innumerables estudios han concluido y demostrado hasta la saciedad, y es que los adultos mayores no suelen consumir las cantidades adecuadas y suficientes de líquidos para permitir que mantengan una apropiada hidratación y por lo tanto una correcta concentración de electrolitos en el plasma.

El aporte de agua proviene principalmente de tres fuentes: el propio consumo de líquidos, el agua que contienen los alimentos y el agua que se produce como resultado de los procesos metabólicos. La pérdida de líquidos puede darse por la piel a partir de la sudoración o de estados febriles, por la respiración, por enfermedades respiratorias y aumento de esfuerzos físicos y por efectos gastrointestinales, ya sea por la orina o por problemas de diarreas.

Aproximadamente de los 50 años en adelante, empiezan a perder peso los riñones adicionalmente a otros procesos de cierta complejidad en relación al aumento o disminución de los glomérulos y esto ocasiona que durante el envejecimiento, se produzcan cambios en la función renal que se genera por la reducción en la filtración glomerular. Esto significa en términos comunes que se pierde capacidad para concentrar orina y sodio y para solar grandes cantidades de agua.

Esto traerá como consecuencia que el anciano deberá ingerir muchas más cantidad de líquidos para expulsar la misma cantidad de sodio y sustancias de desecho que una persona joven.

Pero los ancianos también pierden la sensación de sed, por lo que es necesario mantenerse pendientes del consumo de líquidos.

Los problemas de deshidratación pueden aumentar por la existencia de incapacidades físicas y cognitivas que limiten el acceso al consumo de agua. La presencia de enfermedades acompañadas de fiebre y diarrea son factores que contribuyen al desbalance. El uso de numerosos medicamentos les produce efectos secundarios adversos que alteran la sensación de sed o bien promueven la diuresis, favoreciendo así una deshidratación. Alteraciones como la demencia y el delirio también alteran el consumo de líquidos.