Cuando la comida cambia de sabor

Comer no es simplemente llevar alimentos a la boca, pues intervienen muchos aspectos que determina el cerebro, entre ellos lo visual, lo olfativo y lo gustativo, pues dependiendo de lo que la mente asimile, se genera un sabor específico. Cuando la comida cambia de sabor De acuerdo a últimas investigaciones y publicaciones en medios de comunicación, se ha comprobado que los cubiertos alteran el sabor de algunos alimentos, pero influye el material en el que este elaborado y la frecuencia con la que se use, es por eso que algunas personas tienen sus utensilios preferidos para comer. 

El queso tienen un sabor diferente cuando se come con cuchillo porque es un poco más salado, pero con un tenedor suele tener un sabor diferente. El yogurt tiene un comportamiento parecido, es decir, si se consume con una cuchara de plástico blanca suele saber más rico, pero si se hace con una metálica, se altera totalmente. Lo que sucede es que el cerebro acomoda los sabores mucho antes de que sean llevados a la boca y las papilas gustativas reaccionen, entonces se guía por el material que ve y genera una nueva percepción. El tamaño y el peso también influyen con respecto a la percepción, pues si por ejemplo, un postre se come con una cuchara pequeña sabrá mas dulce, pero si se consume con una cuchara grande y pesada, probablemente se sienta que se está consumiendo algo con un sabor más inclinado hacia el metal o menos agradable. 

Un aspecto más que participa es el color de cada alimento, pues la psicología del color empieza a hacer efecto y puede que algunos platos o determinado producto se considere peligroso o toxico solo por el color, o incluso que el sabor no será agradable porque sencillamente el color no lo hace provocativo ni agradable visualmente. Un experimento sencillo que hicieron durante los estudios, era probar un yogurt con una cuchara blanca y con una cuchara negra. El resultado demostró que la cuchara negra hacia que el alimento se percibiera menos agradable. 

Los platos y el menaje también tienen su intervención, porque si a alguien se le sirve en un plato pequeño, tiende a comer mucho menos pero generar una sensación de saciedad, pero si se sirve un poco de comida en un plato grande, es común que los comensales sientan que es muy poco y quedaran con hambre. Así pues queda demostrado que el hecho de comer o no, de lo que gusta o de lo que no, depende de lo agradable que se vea la comida, del contraste que se genere con el plato, de los elementos que se usan, del color, la textura y la preparación de cada alimento y hasta del olor que desprenda, porque todos estos elementos surtirán efectos en el cerebro y lo que pueden y quieren aceptar o no. Así es como poco a poco  alguien puede tomarle agrado o asco a ciertos alimentos y no porque supieran feo, sino porque su mente se encasilló en lo que vio y percibió.